Hace ya un tiempo, cuando comencé a interesarme e investigar sobre la crianza consciente y la educación respetuosa, me di cuenta de que no se limitaban simplemente a la relación que establecemos con nuestros niños, sino al modo en que nos relacionamos con nosotras mismas, con nuestro entorno y con cada ser que se cruza en nuestro camino.
Los niños absorben y aprenden lo que experimentan, aquello que compartimos con ellos desde el placer y la conexión, aquello que somos a cada instante.
La conexión genera conexión, la empatía despierta empatía,
y miles de vivencias mágicas que cuidan de nuestro sistema nervioso
y construyen un mundo más amable y humano.
* * * * *