Los comportamientos y su contexto

04.02.2021

Los distintos tipos de "¿Por qué?

Padres y madres de bebés siempre se están preguntando por qué. "¿Por qué está llorando? ¿Tiene hambre? ¿Está mojado, asustado, aburrido? ¿Se siente solo?" Como no podemos preguntárselo (al bebé), nos ponemos a investigar como un detective. Pensamos en situaciones previas, experimentamos con prueba y error, preguntamos a alguien entendido en el tema. 

Las cosas empiezan a cambiar entorno a los tres años. En ese momento empezamos a preguntar a los niños "¿Por qué estás llorando?" "¿Por qué pegaste a tu hermana?" "¿Por qué le quitaste el juguete a tu amigo?" Pero es inusual obtener una buena respuesta a esas preguntas, si es que se obtiene alguna. 

A medida que crecen, los "Por qué" se van convirtiendo en una herramienta importante para ayudarles a madurar. Ahora pueden comenzar a explicar o justificar por qué hicieron algo. Preguntarles "por qué" les puede ayudar a aprender que lo que dicen y hacen tiene consecuencias. 

Y entonces aparecen las crisis emocionales. Estas pueden suceder a cualquier edad, y no solamente cuando los niños son pequeños. Cuando ocurren, se regresa a la indefensión de la infancia temprana y no tiene sentido alguno tratar de hablar; en su lugar, debemos retomar nuestro modo "detective".

Self-Reg se fija en los distintos tipos de por qué a través de la metáfora del Cerebro Triúnico de Paul MacLean: su idea radica en que el cerebro humano está compuesto por tres sistemas neuronales distintos. En la parte inferior está el cerebro Reptiliano: un sistema antiguo que asume el liderazgo cuando estamos amenazados. En Self-Reg nos referimos a esto como Cerebro Marrón.

Por encima de éste, encontramos el Cerebro Rojo mamífero, donde se desatan las emociones fuertes y los impulsos, y todo tipo de mecanismos comunicativos y sociales que operan por "debajo del umbral de la plena consciencia". En la parte superior, reside el "neocortex". El Cerebro Azul que hace posible que pensemos, planeemos, aprendamos, hablemos y seamos conscientes de otros y de nosotros mismos.

El desarrollo, desde la visión de MacLean, equivale a escalar este neuroeje tricolor. Pero el movimiento puede darse en ambas direcciones dependiendo del nivel del estrés bajo el que nos encontremos. Cuanto más calmados estemos, más en control estará el Cerebro Azul. Cuanto mayor sea el estrés, más se hará cargo el Cerebro Rojo. Y en situaciones de urgencia (reales o imaginadas), el Cerebro Marrón estará totalmente al mando. 

Cuando los niños están en Cerebro Azul, preguntarles por qué hicieron algo, les puede ayudar a aprender a tomar mejores decisiones. Pero cuando están en Cerebro Rojo, actúan sin pensar: sus comportamientos son causados, no realizados por un motivo. Preguntar por qué en estas situaciones es más retórico que interrogativo. Y cuando los niños están en Cerebro Marrón, estarán furiosos, inconsolables y serán incapaces de procesar lo que están diciendo. Cuando un niño está en ese estado, necesitaremos cambiar de marcha, de la tercera a la primera: de enseñar a calmar- y tratar de averiguar por qué ha pasado.

La parte fácil de todo esto es que cuando un niño está en Cerebro Marrón, la causa es siempre la misma: demasiado estrés. Pero a menudo el niño estará lidiando con estrés "escondido": cosas que le generan un gasto excesivo de energía sin darse cuenta. Y siempre hay más de un tipo de estrés involucrado. La parte difícil es averiguar cuáles son exactamente esos tipos de estrés.

La regla básica que opera aquí es: Bajo estrés excesivo, retrocedemos. Descendemos en el neuroeje. Este fenómeno sucede a lo largo de toda la vida, pero cuanto más pequeño sea el niño, con más frecuencia y rapidez sucederá. Este es un aspecto especialmente importante para los niños en Preescolar, donde, como veremos en el siguiente artículo, se da un aumento sustancial en el estrés que soportan. 

Cualquiera que sea la edad del niño, cuando preguntamos "¿Por qué?" necesitaremos saber cuál de estos "¿Por qué?" estamos planteando. Podríamos necesitar recontextualizar el comportamiento del niño. Esto es, mirar y entender el comportamiento de una manera diferente: reconocer cuándo es un comportamiento debido al estrés y no un mal comportamiento (intencional).