El niño explosivo en la Crianza y Educación Conscientes: enfoque proactivo y colaborativo (2ª Parte)

16.04.2021

Hoy, en Crianza con Conexión, retomamos la mirada consciente hacia el niño explosivo (descrita en este artículo) que va más allá de las reacciones instintivas, rabietas y comportamientos desconcertantes, y que se centra en las causas que los impulsan. 

En la primera parte de esta serie sobre el niño explosivo descubrimos que los comportamientos reactivos de este tipo de niños nada tienen que ver con una decisión consciente o deliberada, ni con un capricho, maldad o defecto intrínseco del niño, sino con retos socio-emocionales y retrasos en el desarrollo de ciertas habilidades (ejecutivas, cognitivas, de regulación emocional, sociales y/o del procesamiento del lenguaje) necesarias para poder responder a las demandas del entorno interior y exterior de una forma calmada, madura y constructiva. 

Y comentábamos que, debido a que la mayor parte de las explosiones suceden por un estrés excesivo que el niño está experimentando en su fisiología, la estrategia más alineada con la crianza consciente y la neuroeducación se centra en 3 intervenciones cruciales: 


1. Conciencia corporal y del sistema nervioso 

Nuestros estados corporales y del sistema nervioso comunican mucho más (y antes) que nuestras palabras. 

Por eso, el primer paso para poder ayudar al niño explosivo consiste en aprender a:

* Ver y leer las señales corporales (movimientos rápidos, gestos, mirada, tono de voz...) que nos indican que el sistema nervioso del niño se está desregulando.

* Detectar los detonantes que impulsan los comportamientos más difíciles y, sobre todo,

* Escuchar nuestro propio cuerpo y sistema nervioso con el fin poder estar emocionalmente disponibles para los niños y responderles de la forma calmada, respetuosa y empática en que necesitan.

Las habilidades ejecutivas que nos permiten inhibir impulsos y establecer una pausa antes de reaccionar se desarrollan a través de múltiples experiencias de corregulación que permitirán a su vez el desarrollo de la conciencia de los propios procesos corporales y, por tanto, de la capacidad de autorregulación emocional de los niños. 


2. Corregulación

Un adulto calmado y regulado podrá calmar a un niño con una rabieta o una explosión emocional; un adulto enfadado y amenazante, intensificará el malestar y la desregulación que está experimentando el niño, y obstaculizará el desarrollo adecuado de los circuitos de empatía y compasión del niño.

La corregulación implica la creación de espacio de seguridad sentida y conexión compartida en el que el adulto está emocionalmente disponible y regula el estado de hiperactivación del niño a través de una presencia serena, una voz dulce y pausada, unos movimientos suaves, una mirada empática y comprensiva. 

La calma genera calma. Sabemos que las emociones son contagiosas, por lo que debemos contagiar a los niños nuestra calma para ayudarles a apagar la alarma de su cerebro (amígdala), olvidándonos de la imposición autoritaria de castigos o consecuencias que no harán más que potenciar su malestar, desregulación y desconcierto.

Sólo cuando el niño siente bien, puede tener acceso a su cerebro racional y hablar de lo sucedido, escuchar nuestros consejos y buscar soluciones colaborativas. En mitad de la tormenta, nada de eso será posible.


3. Enfoque Colaborativo

Cuando el niño está en medio de una explosión emocional, su cuerpo y cerebro están en modo supervivencia, no teniendo acceso a su corteza prefrontal (que le permite escuchar, razonar, entender, buscar soluciones, expresar en palabras lo que siente, tomarse una pausa, etc). Por eso,  necesitaremos ayudarles a calmarse con nuestra calma antes de tratar de razonar, pedir colaboración y encontrar soluciones.

 Cuando hablamos de enfoque colaborativo en la resolución de conflictos nos referimos a la búsqueda de soluciones proactivas y colaborativas entre el niño y el adulto de una forma que permita al niño sentir que sus necesidades emocionales y sus deseos son legítimos y que merecen ser escuchados y tenidos en cuenta a la hora de resolver situaciones que generan malestar, desconexión y conflictos. Se trata de que el niño vaya aprendiendo a tomar mejores decisiones a través de un trabajo en equipo. 

Como ya comenté en el artículo anterior, uno de los métodos que más me gusta para resolver conflictos de forma colaborativa es el desarrollado por el Dr. Ross Greene, y que describo a continuación.  


SOLUCIONES PROACTIVAS Y COLABORATIVAS

Este enfoque parte de la idea (demostrada por la neurociencia) de que los niños hacen las cosas bien y se portan "bien" si pueden, y que si pudieran y supieran lidiar con los desacuerdos, los límites y las exigencias que surgen en su relación con los adultos, lo harían. Se trata de asumir que el niño lo hace lo mejor que puede en cada momento, y si no lo hace como esperamos, no es porque no quiera, sino porque está emocionalmente sobrepasado debido a algún tipo de estrés o porque no ha desarrollado todavía las habilidades necesarias para conseguirlo.

El objetivo con los niños más explosivos en la Crianza Consciente y con Conexión sería reducir la frecuencia de las explosiones, ayudarles a desarrollar las habilidades que les permitirán arreglárselas sin nuestra ayuda en el futuro y apoyarles para que puedan cumplir con las expectativas del entorno escolar, familiar y social sin sentirse sobrepasados. De ahí que debamos centrarnos en qué hacer antes de que el niño se estrese y frustre (adelantarnos a la explosión emocional), en lugar de pretender cambiar el comportamiento cuando ya está frustrado o comportándose de forma agresiva.

Del mismo modo que aprender a leer es un proceso que llevará un ritmo y un tiempo dependiendo de las características individuales de cada niño, aprender a reconocer, describir y expresar la frustración, identificar y nombrar emociones, y pensar en soluciones no sucederá de la noche a la mañana, y requerirá práctica, paciencia, persistencia, apoyo y mucha empatía y comprensión para parte del adulto que acompaña al niño. 

¿Por dónde empezar?

El Dr. Ross Greene sugiere empezar haciendo una lista de los detonantes (causas) que impulsan los comportamientos explosivos de los niños (¿falta de sueño? ¿hambre? ¿ruidos? ¿ciertas actividades? ¿ciertas sensaciones? ¿ciertas relaciones? ¿regreso del colegio? ...). Una vez tengas la lista, elegir uno o dos de estos problemas y aplicar los 3 pasos del Plan B de forma consecutiva. 

PASOS DEL PLAN B

Para que sea exitosa la resolución colaborativa de conflictos usando este enfoque se debe poner en práctica los tres pasos sin alterar el orden. 

1. EMPATÍA ( además de consuelo). 

Una de las formas más efectivas de mostrar empatía es reflejando/repitiendo las palabras que nos dicen los niños (lo que se conoce como escucha reflectiva). De esta forma, no sólo se mantendrá la conexión con el niño, sino que le permitirá a éste profundizar en aquello que es realmente importante para él y que desea expresar y compartir con el adulto. 

La clave está en reunir toda la información posible acerca de la preocupación o problema que hace sentir mal al niño, al tiempo que reflejamos las emociones, sensaciones o pensamientos que exprese (sin aportar todavía soluciones al problema).

La empatía también nos va a permitir sentir lo que siente el niño, ver las cosas desde su perspectiva, establecer un contacto emocional con el niño y mostrarle que estamos listos para unirnos a su viaje emocional y acompañarlos y apoyarlos del modo en que necesitan. Recordemos que nuestro ser, nuestra presencia compasiva que emana amor y aceptación a través de nuestra mirada dulce, gestos suaves, palabras comprensivas y movimientos delicados es lo que va a reflejar realmente nuestra empatía, y que cualquier intento de aleccionar, dirigir, juzgar, etiquetar o valorar al niño y su comportamiento podría derivar en la desconexión que precede a la explosión. 

"He notado que las etiquetas de tu ropa te molestan mucho...." "Tú realmente quieres comerte el postre antes de la comida" "Veo que te pone triste despedirte de..." "Entiendo que no quieras bañarte ahora porque estás jugando" "Sé que no quieres ir al colegio y que prefieres quedarte en casa jugando"... 

Si no recibiste la empatía que necesitabas cuando eras niño es muy probable que te resulte difícil y poco natural mostrarla con tu hijo o los niños con los que trabajas, pero nunca es tarde para aprender a expresarla. Comienza cada día con esta intención, y después de unos cuantos días de práctica constante (en 21 días se establecen nuevos caminos y conexiones neuronales), surgirá de forma más natural y espontánea y se convertirá en una nueva forma de relacionarte con tus hijos. 

¿Por qué empatizar?

* Porque los niños necesitan sentirse escuchados y comprendidos.

* Porque la empatía es el lenguaje que nos permite llegar a su corazón y a su cerebro pensante.

* Porque mejorará la relación y la conexión, lo que a su vez permitirá el diálogo constructivo. 

* Porque favorecerá la seguridad emocional necesaria para que el niño baje sus defensas y conecte con sus sensaciones y emociones para poder expresarlas y liberarlas.

* Porque ofrecer a los niños empatía permitirá que su cerebro desarrolle la capacidad para poder sentir y expresar empatía ellos mismos.

* Porque los niños necesitan sentir que nuestro apoyo es incondicional para poder crecer, madurar y desarrollarse en armonía, necesitan estar seguros de que pueden descansar en nuestro amor y de que hagan lo que hagan (o se sientan como se sientan) no lo van a perder.

Antes de pasar al siguiente paso, debemos estar seguros de que entendemos completamente, desde la perspectiva del niño, la preocupación o el problema que está desregulando al niño e impulsando sus comportamientos instintivos de supervivencia.  

2. DEFINIR EL PROBLEMA 

En este paso, el objetivo radica en reconciliar dos preocupaciones, la del niño y la del adulto. Ambas partes expresan sus preocupaciones (no soluciones) y son aceptadas, escuchadas y respetadas por la otra parte, por muy ilógicas o extrañas que nos parezcan. Recordemos que si los niños las expresan es porque son importantes para ellos. 

"Lo que me preocupa es que si comes el postre antes de la comida, no obtendrás todos los nutrientes que necesitas para crecer fuerte y sano" "Lo que me preocupa es que si no te bañas, luego podrías sentirte incómodo con ese barro pegado en tus rodillas" "Lo que me preocupa es que si no vas al cole podrías dejar de aprender cosas interesantes que te permiten seguir aprendiendo"

3. INVITACIÓN (PARA GENERAR SOLUCIONES)

En este último paso, tanto el niño como el adulto aportan las soluciones que se les ocurren para resolver el problema o preocupación definidos en los pasos 1 y 2. Las soluciones que se aporten deben ser:

* realistas (es decir, ambas partes pueden hacer aquello que se propone y acuerda) y

* mutuamente satisfactorias ( la solución que se elija deberá contemplar las preocupaciones de ambas partes). 

"Vamos a pensar juntos cómo resolver esta situación y encontrar una idea que nos haga sentir bien a todos" "Esto es lo que creo que pasaría si elegimos esta solución, y esto lo que creo que sucedería si elegimos la segunda opción. ¿Cuál es estos resultados crees que funcionaría mejor?"

Habrá conflictos que puedan resolverse sencillamente en una conversación, y otros conflictos que requerirán de más paciencia, pausas y diálogos. Lo importante es que cuando los ánimos y emociones comienzan a intensificarse, podamos identificar y expresar la necesidad de realizar una pausa o de posponer la conversación para otro momento en el que tanto el niño como el adulto estén calmados y con ganas de colaborar en la resolución del conflicto. 

"Creo que nos estamos alterando y de esta manera no vamos a poder pensar claramente en una solución adecuada para resolver este problema. Quizá deberíamos dejar esta conversación por ahora y retomarla en otro momento. ¿Qué te parece?"
"Estoy empezando a estar algo cansado y no puedo pensar con claridad. ¿Nos vamos a dar un paseo y luego seguimos hablando?"

Aprender a resolver los problemas de forma colaborativa será una habilidad que le servirá al niño durante toda su vida y en todo tipo de relaciones, y que le hará sentir competente, seguro y en conexión con su entorno. 

Recordemos que los niños aprenden lo que viven. Si tratamos a los niños con tolerancia, aprenderán a ser pacientes. Si tratamos a los niños con empatía y aceptación, aprenderán a encontrar el amor y la belleza en el mundo. Si tratamos a los niños con amor y respeto independientemente de cómo se comporten o lo que opinen, aprenderán que los conflictos y desacuerdos no definen a la persona, que son inherentes a la vida y que en la colaboración y la compasión encontrarán los ingredientes fundamentales para resolverlos.  

Referencias
Para la redacción de este artículo me he basado en el libro "El niño explosivo" del Dr. Ross Greene.


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