¿Por qué los niños pierden la conexión con nosotros de vez en cuando?

23.10.2020

Y qué podemos hacer para ayudarles a recuperarla

Muchos padres, maestros, educadores y otros profesionales de la infancia nos preguntamos por qué de vez en cuando los niños pierden conexión con nosotros y comienzan a comportarse de una forma que nos resulta molesta o inapropiada. Y, una vez perdida la conexión con el niño, cómo podemos recuperarla. 

Los niños necesitan estar en conexión con adultos afectuosos y sensibles para poder sentirse bien, jugar, explorar y colaborar con nosotros y sus pares. Muchas veces, estamos tranquilamente jugando o compartiendo alguna actividad con los niños cuando, de repente, nos lanzan una patada, nos pegan, nos gritan, se vuelven hiperactivos, comienzan a hablar atropelladamente y no parar, hacen algo que le hemos dicho mil veces que no pueden hacer, se deshacen en lágrimas ante la primera dificultad o simplemente se aislan en su mundo y dejan de escucharnos. Y ese cambio en su estado nos resulta tan desconcertante que solemos atribuirlo a una necesidad de llamar la atención, de reafirmar los límites o simplemente a un capricho del niño. Entonces, tratamos de "corregir" ese comportamiento que nos parece (mal)intencionado con técnicas conductistas de refuerzo positivo (recompensas) o negativo (amenazas y castigos). Técnicas que no hacen más que incrementar el nivel de desconexión del niño y su malestar interior. 

Pero la causa real de esa pérdida de conexión y los comportamientos asociados es bien distinta.
Como ya hemos visto en este artículo del blog, los comportamientos problemáticos de los niños no son caprichos ni manipulaciones, sino un reflejo de la fisiología del niño, del estrés interno que está experimentando el niño. Y para entender mejor este nuevo paradigma, esta mirada respetuosa y holística hacia el niño y sus reacciones, vamos a adentrarnos en el cerebro y su funcionamiento.

Hay muy diversas hipótesis y formas de explicar el funcionamiento del cerebro y su impacto en el comportamiento de los niños (y el nuestro). La hipótesis sobre el Cerebro Triúnico de Paul MacLean, que aprendí durante mi formación con el Dr. Stuart Shanker, es la que me parece más metafórica, intuitiva y sencilla de recordar cuando queremos entender el por qué de la desconexión y los comportamientos problemáticos (e irracionales) de los niños. 

El cerebro ha evolucionado a lo largo de millones de años en distintas etapas para satisfacer las necesidades de supervivencia de especies de animales radicalmente diferentes. El cerebro más antiguo es el Cerebro Reptiliano, diseñado para regular las funciones metabólicas y motoras de las especies más solitarias, con el fin de mantenerse seguras cuando se sienten amenazadas. El siguiente cerebro en desarrollarse fue el Cerebro Paleomamífero, diseñado para poder lidiar con las complejas demandas que están presentes en la vida de especies altamente sociables: criar bebés, emociones primitivas, relaciones con otros miembros del grupo, detectar enemigos, activar el cerebro reptiliano cuando existen amenazas y recordar estas situaciones y las respuestas más adaptativas en el futuro.
Y el último en desarrollarse fue el Neocortex, también conocido como Cerebro Nuevo, que nos permite pensar, planificar, escuchar, hablar, crear y ser conscientes de lo que sucede en nuestro interior y a nuestro alrededor. Nos ayuda asimismo a apagar la alarma límbica (amígdala) y a resistir tentaciones dañinas.

A efectos de poder integrarlo, recordarlo y aplicarlo en nuestro día a día, vamos a simplificar y llamarlos Cerebro Instintivo (el Reptiliano), Cerebro Emocional (sistema límbico o paleomamífero) y Cerebro Racional (el Neocortex). 

Los humanos tenemos estos tres cerebros, cuyos procesos están estrechamente relacionados. De ahí que el objetivo sea conseguir un equilibrio en estos tres cerebros y sus procesos para poder sentirnos en calma, presentes en nuestro cuerpo, mente y emociones y conectados con nosotros mismos y con demás.

Entonces, retomando la pregunta que da título a este artículo, ¿por qué los niños pierden la conexión con nosotros de vez en cuando?, la respuesta está en el cerebro y su reacción frente al estrés (que diferirá dependiendo de las sensibilidades y características individuales de cada niño). 

Básicamente, cuando el niño está excesivamente estresado, su cerebro emocional o límbico toma el control de la situación y el cerebro racional pasa a funcionar en segundo plano. El niño está dominado por la emoción y no puede escucharnos, ni dialogar, ni razonar ni darse cuenta conscientemente de lo que le está sucediendo en ese momento. Su cerebro ha encendido la alarma y su mente y cuerpo comienzan, automática e involuntariamente, a prepararse para poder llevar a cabo la respuesta de supervivencia (lucha, huída o parálisis) que ha activado su sistema nervioso.
Si no logramos detectar las primeras señales que nos indican que el niño se está desregulando, que está perdiendo la conexión con nosotros y que su neurocepción es de amenaza en lugar de seguridad (puedes leer sobre la neurocepción y las respuestas defensivas en este artículo), entonces la desconexión de nosotros y los comportamientos defensivos se agravarán, alejándose aún más del estado de equilibrio que le permite al niño estar en calma, optimista, conectado, concentrado y con ganas de cooperar.

Las causas por las que el equilibrio entre los cerebros se rompe y el niño pierde su conexión con nosotros son muy variadas y suelen estar relacionadas con muy diversos estímulos y factores (alimentación no adecuada, cansancio, hambre, falta de sueño, problemas con otros niños o con los adultos, problemas en el colegio, exceso de TV y pantallas, sobreestimulación y falta de estimulación sensorial, dificultades en el aprendizaje, recuerdos desagradables, sensaciones corporales molestas, enfermedad, entre muchos otros), causas que afectarán de forma muy diferente a los niños según sus sensibilidades y necesidades fisiológicas, emocionales, sociales y cognitivas individuales.

Conocer los detonantes individuales que activan el sistema de alarma del cerebro de cada niño y que rompen con el equilibrio Racional-Emocional-Instintivo es un requisito imprescindible para entenderles y responderles de la forma más adecuada según sus necesidades y su fisiología. De nuestra respuesta (nuestra capacidad co-regulatoria) va a depender que el niño vuelva o no al equilibrio y que los patrones de comportamientos defensivos se enquisten o sean paulatinamente sustituidos por otros más sanos y adaptativos.

Enfadarnos con los niños, levantar la voz, amenazarles con castigos, retirarles nuestro afecto, mandarlos al rincón de pensar, prometerles recompensas, entre otras técnicas de modificación de conductas, no funcionan y añaden aún más estrés al cuerpo, mente y cerebro del niño, teniendo como resultado a medio o largo plazo la perpetuación de los comportamientos y síntomas preocupantes que dificultarán el desarollo socio-emocional armonioso del niño. Porque recordemos que los comportamientos son respuestas adaptativas de estrés causadas por necesidades internas invisibles, sensaciones, emociones y pensamientos, no por una decisión consciente y premeditada del niño de portarse "mal".

¿Cómo podemos ayudar a los niños a sentirse en calma y a reconectar con nosotros?

Cuando el niño está desregulado y su cerebro emocional (sistema límbico) ha tomado el control de su mente y cuerpo, necesita de un adulto calmado, sensible y emocionalmente disponible que, a través de sus gestos, mirada, tono de voz, postura y palabras amables le ayude a co-regularse, es decir, a transitar la tormenta emocional sintiéndose seguro y a volver a un estado de calma ( equilibrio entre los tres cerebros). Voz dulce, palabras que expresen empatía, lenguaje corporal que emane un mensaje de aceptación y apoyo incondicional: "dame la mano, estoy aquí contigo, estás seguro y juntos vamos a superar esto". En palabras del Dr. Porges: "Debemos aprender a ser una presencia más sosegada y paciente para permitir la co-regulación y calmar a los niños como calmaríamos a un animal asustado."

Permitir y favorecer la descarga emocional del niño, a través del llanto o de la risa, va a ser también muy positivo y liberador para el niño, porque no sólo le ayudará a reducir el nivel de estrés acumulado en su fisiología sino a fortalecer la conexión con el adulto que lo acompaña. 

Y una de las herramientas más poderosas y maravillosas que existen para conseguir todo esto (conexión, co-regulación, descarga emocional y seguridad sentida) es el JUEGO: jugar con los niños, permitir que lo creen y dirijan con total libertad y disfrutarlo junto a ellos tanto como ellos. 

La conexión social es el mecanismo principal de los humanos para lidiar con el estrés y volver a la calma. Prestémosles nuestra calma a los niños y convirtámonos en fuente de CONEXIÓN y SEGURIDAD. Ayudémosles a aceptar y lidiar con su amplio abanico de emociones y con las situaciones de estrés para que puedan convertirlas en experiencias de crecimiento que fortalezcan su resiliencia. Sólo así aprenderán, cuando sea el momento, a hacerlo por sí mismos.


¡Si quieres convertirte en parte de este cambio de paradigma, ayúdame a difundir el mensaje compartiendo este artículo!