Comportamientos y Neurodivergencia: Teoría Polivagal

15.02.2024

¿Sientes como si tuvieras que ir con mucho cuidado para evitar explosiones emocionales en tus niños? ¿No entiendes por qué el comportamiento de tu niño o niña cambia en un segundo y su nivel de energía pasa de 0 a 100 en pocos segundos? ¿Quieres entender qué hay detrás de los comportamientos explosivos de tus niños? ¿Quieres aprender a nutrir a tus niños honrando y abrazando sus necesidades individuales y sus diferencias? ¿Quieres ayudarles a ampliar su ventana de tolerancia al estrés y mejorar su capacidad de autorregulación emocional?

Últimamente, gracias a mi nuevo libro (Un Secreto Alucinante) estoy conociendo a familias con niños y niñas neurodivergentesy escuchando sus historias y experiencias en el sistema educativo; historias que, como mínimo, son sorprendentes porque se supone que la educación que se le ofrece a los niños debería estar alineada con lo que sugieren las investigaciones en neurociencia educativa y relacional. 

Historias con un común denominador: la mirada educativa puesta en "gestionar comportamientos". Si no te comportas como se supone que te tienes que comportar, haré lo posible por cambiarte el comportamiento, ya sea a través de amenazas, consecuencias punitivas, recompensas o aislamiento. Todas ellas estrategias que, especialmente en niños con sistemas nerviosos más sensibles como encontramos en las neurodivergencias, van a causar mucho daño al niño, su visión de sí mismo y su capacidad para entablar relaciones seguro y de confianza con los demás. 

¿Por qué? Porque los comportamientos son un reflejo de cómo se está sintiendo el niño en su interior, del nivel de estrés y el miedo que está experimentando en ese momento en cuerpo, mente y corazón. De ahí que si el niño, en vez de recibir la presencia serena, comprensiva y empática de una persona que está expresando un interés genuino en apoyarle en su proceso de regulación emocional (corregulación), recibe gritos, miradas amenazantes, enfado y crispación, impaciencia y un tono emocional completamente desregulado por parte del adulto (aunque éste pueda intentar aparentar calma), el niño se va a sentir mucho peor, lo que manifestará a través de un incremento de energía defensiva (lucha/huida) o con una disminución abrupta de energía, desconexión y bloqueo emocional para evitar un mayor sufrimiento (colapso). 

Estas respuestas de estrés, son respuestas defensivas supervivencia que, repetidas a lo largo del tiempo, cambian el cerebro de los niños y su fisiología, predisponiéndoles a protegerse en cada momento y a desarrollar problemas socioemocionales graves. 

Debemos recordar que el aprendizaje y el desarrollo equilibrado se da cuando nos sentimos seguros, cuando pasamos la mayor parte de nuestro tiempo en el MODO CONEXIÓN (más información aquí), en relaciones y entornos amables y compasivos en los que podemos ser, sentir y estar con todos nuestros matices y diferencias, y ser aceptados, apoyados y valorados en nuestra totalidad. Esta necesidad de CONEXIÓN, CORREGULACIÓN y SEGURIDAD SENTIDA es una necesidad irreductible para todos los humanos, pero especialmente relevante para los niños, porque el desarrollo armonioso y equilibrado de su cerebro va a depender de ello. Sólo en modo conexión podemos aprender, crecer, sanar, desarrollarnos y establecer relaciones sanas y constructivas. Sin conexión emocional, sin una presencia regulada y reguladora, sin seguridad sentida no se desarrollan las capacidades ejecutivas necesarias para el control de impulsos, la regulación emocional, el aprendizaje, entre otras, capacidades imprescindibles para nuestro bienestar integral y para vivir una vida plena y en conexión con nuestras experiencias cotidianas. 

No olvidemos nunca que somos los arquitectos del cerebro de los niños, y que nuestras interacciones con ellos van dándole forma y estableciendo patrones y respuestas que les acompañarán durante toda su vida. ¿Que tipo de cerebro quieres ayudar a construir? ¿Un cerebro preparado para la protección o uno para la conexión? ¿Un cerebro que se sobrepasa ante el mínimo estrés o un cerebro bien equipado para evaluar riesgos, situaciones y determinar las mejores estrategias para enfrentarlas?

Por eso, maestras, madres, padres, psicólogos y educadores debemos aunar nuestras fueras y aportar nuestro granito de arena para cambiar el paradigma, para que se cambie la mirada y se mire más allá de etiquetas y comportamientos, ¿Cómo?

  • Comenzando a enfocarnos en las personas, en las relaciones, en la neurofisiología de nuestros niños y estudiantes con el fin de llegar a entender cuál es la causa que impulsa sus comportamientos más disruptivos. 
  • Observarles con curiosidad, atención y compasión para entender sus necesidades y descubrir sus fortalezas y sensibilidades para apoyarles mejor y ofrecerles lo que necesitan realmente.
  • Ofrecer estrategias respetuosas y holísticas que les empoderen y les ayuden a desarrollar las habilidades socioemocionales que les permitirán, con el tiempo, responder al entorno y las relaciones de una forma más adecuada socialmente. 
  • Enseñarles a escuchar y hornar las señales de su cuerpo, a prestarles atención por la valiosa información que nos ofrecen a cada momento sobre nuestras necesidades
    Descubrir junto a ellos  herramientas de regulación emocional adecuadas a sus sensibilidades y particularidades individuales que les vayan ayudando a fortalecer su capacidad de autorregulación y ampliar su ventana de tolerancia al estrés procedente del entornos, las relaciones o del interior de su cuerpo (sensaciones). 
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Pero siempre sin olvidar que la mejor estrategia eres tú, tu capacidad de conectar